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Collar de diamantes de Napoléon

El collar de diamantes de Napoleón: un símbolo de poder y elegancia

La película de Ridley Scott sobre Napoleón nos ha dejado con ganas de conocer mejor esta figura histórica. Para satisfacer esta curiosidad, vamos a adentrarnos en la fascinante historia de una de las joyas más admiradas: el collar de diamantes de Napoléon. Esta pieza de plata y oro de 234 diamantes y 263 quilates, ha llegado prácticamente íntegra —solo se extrajeron dos diamantes para engastarlos en unos pendientes— hasta la actualidad. Por el camino, ha habido episodios de suspense, con una venta fraudulenta incluida y con momentos en los que la joya ha estado a punto de ser desmontada. Ahora podemos contemplar el collar en la galería de gemas del museo Smithsonian de Washington D.C., junto a otra joya de la segunda esposa de Napoleón, la conocida como diadema de María Luisa de Austria.

Napoleón, amante de las joyas de lujo

Uno de los aspectos más interesantes del emperador de Francia era su aprecio por el lujo, una inclinación que compartía con su primera esposa, Josefina de Beauharnais. Pero las motivaciones eran diferentes.

  • Josefina tenía una predilección innata por la elegancia y el refinamiento, características con las que transmitía una imagen de sofisticación y glamour.
  • Para Napoleón, en cambio, el lujo era una forma de expresión del poder y la grandeza del Imperio francés. ¡Y de su poder como emperador! Las joyas eran un símbolo de autoridad y las utilizaba para impresionar tanto a su corte como a otras naciones. El collar de diamantes de Napoleón es un ejemplo destacado de la preferencia del emperador por el lujo como medio para exhibir poder.

 

Retrato de María Luisa, duquesa de Parma, luciendo el collar de diamantes de Napoleón
Retrato de María Luisa, duquesa de Parma, luciendo el collar de diamantes de Napoleón (1835). El artista es Giovanni Battista Callegari. Wikimedia Commons.

Un collar para María Luisa de Austria

El collar de diamantes de Napoleón fue un regalo del emperador a su segunda esposa, María Luisa de Austria, para celebrar el nacimiento de su único hijo, Napoleón II, el emperador de Roma, en 1811. La ocasión lo merecía, ya que el mandatario francés que conquistó y transformó Europa, hacía años que buscaba un heredero varón. De hecho, la incapacidad de Josefina para darle un hijo fue el detonante del divorcio.

El collar, de plata y oro, fue creado ese mismo año por el joyero oficial, Marie-Étienne Nitot. El diseño, elegante y relativamente simple, es atípico si se compara con otros trabajos del orfebre. En el pasado, Nitot había elaborado otras piezas emblemáticas para el emperador, como la corona de su coronación y su espada ceremonial.

María Luisa luce el collar de diamantes en varios retratos de la época, incluyendo algunos realizados por los artistas François Gérard, Giovanni Battista Borghesi y Giovanni Battista Callegari.

Los diamantes de Napoleón: únicos

Según el Smithsonian, los diamantes del collar de Napoleón fueron extraídos de la India o Brasil, las principales zonas de minería de diamantes en el mundo en aquel momento. Están tallados en el estilo old mine, precursor de la moderna talla brillante. El resultado es una gran dispersión, con destellos de color al mover la piedra en la luz. Sin embargo, debido a una menor refracción de la luz en la parte superior de la piedra, el brillo general es menor en comparación con la talla brillante.

Los diamantes del collar de Napoleón nunca han sido evaluados de forma profesional, ya que no han sido desengastados. Ahora bien, el análisis espectroscópico de infrarrojos ha demostrado que son sobre todo del tipo Ia, lo que significa que son incoloros.

Un número menor, 13 de los 52 diamantes más grandes, pertenecen a la rara variedad tipo IIa, una categoría excepcionalmente pura y sin nitrógeno en su estructura cristalina.

Algunos de los diamantes tipo Ia muestran indicaciones de imperfecciones en cristales de sulfuro.

Se estima que el peso total de los diamantes es de 263 quilates (52,6 gramos), siendo el diamante más grande de unos 10,4 quilates (2,08 gramos).

El collar de Napoleón, en manos de los Habsburgo

Cuando Napoleón perdió la batalla de Waterloo en 1815 y fue exiliado por los británicos a la isla de Santa Elena, el collar salió de Francia, junto a su propietaria, María Luisa. No se trataba de una joya del estado francés. La que fue emperatriz consorte se acabó estableciendo en Parma, y siguió llevando el collar en eventos sociales durante el resto de su vida.

Al morir María Luisa en 1847, y habiendo muerto el hijo que tuvo con Napoleón antes que ella, el collar de diamantes pasó a manos de la archiduquesa Sofía de Austria. La que fuese esposa del hermano de María Luisa, el archiduque Francisco Carlos de Austria, mandó extraer dos diamantes del collar, que se engastaron en un par de pendientes de los que se ha perdido la pista.

Con la muerte de Sofía en 1872, el collar fue a manos de su hijo, el archiduque Carlos Luis de Austria. La joya seguía siendo propiedad de los Habsburgo. En 1896, tras morir el archiduque, el collar fue heredado por su tercera esposa, María Teresa de Portugal, que había llegado a lucirlo en la coronación de Alejandro III de Rusia en 1883. En esa ocasión, y por petición del zar, el collar fue exhibido a los invitados a la coronación durante varios días y con toda la protección necesaria.

La venta fraudulenta del collar de Napoleón

La Gran Depresión de 1929 impulsó a María Teresa de Portugal a vender el collar de diamantes de Napoleón y otras joyas para generar liquidez. Sus primeros intentos de vender aquella joya histórica fueron infructuosos, así que esta aristócrata confió en los servicios de unos personajes que parecían salir de una novela barata: el coronel Townsend, del Servicio Secreto Británico, y la princesa Gervez Baronti, hija del príncipe Baronti de Italia. Quien avaló la buena fe de estas personas fue su sobrino, el archiduque Leopoldo, de la dinastía de los Habsburgo.

El compromiso era vender la joya en Estados Unidos (EEUU), a cambio de una comisión. Pero aquellos agentes resultaron ser unos estafadores que contaron con la colaboración del archiduque Leopoldo, que participó de la mentira para resolver sus problemas financieros. Los Townsends malvendieron la joya a un comerciante de gemas de Nueva York por tan solo 60.000 dólares, cuando habían prometido 450.000 dólares a la vendedora. Descontada la comisión por la transacción, María Teresa tan solo acabó recibiendo 7.270 dólares.

Gracias a su amiga Anna Eisenmenger, esposa del médico austríaco Victor Eisenmenger, consiguió recuperar el collar, comprándolo por 50.000 dólares. Y la venta fraudulenta que tanto le había disgustado resultó en cargos contra los estafadores, que huyeron de EEUU. El New York Times llegó a escribir que se habían extraído algunas piedras del collar para venderlas por separado, una información que, por fortuna, era falsa. ¿La suerte de Leopoldo? Estuvo 12 días detenido en Manhattan, pero se acabó librando de cualquier castigo.

Desde 1962, en el Smithsonian

El collar dejó de estar en poder de los Habsburgo cuando se vendió en 1948, cuatro años después de la muerte de María Teresa de Portugal. En pocos años, estuvo en manos del industrial francés Paul-Louis Weiller, el joyero Harry Winston y la empresaria y filántropa, Marjorie Merriweather Post, que lo donó al Smithsonian. La donación también incluía la caja original de piel que encargó Napoleón para guardar el collar, con los colores oficiales de la emperatriz María Luisa y con la inscripción de sus iniciales.

Debemos agradecer a Harry Winston que no desmontase los diamantes, al ser consciente del incalculable valor histórico del collar. En los años 60, era una práctica habitual extraer los diamantes de las joyas para venderlos de forma separada.

El legado del collar de diamantes de Napoleón

Han pasado más de dos siglos y, a pesar de algunos obstáculos, hoy podemos seguir admirando la joya que Napoleón encargó para celebrar su poder y la continuidad de su dominio a través de un heredero. Esa ambición se frustró con su derrota y exilio en una inhóspita isla del Océano Atlántico, pero los destellos del collar de diamantes de Napoleón nos siguen cautivando.

Brilianto: diamantes con alma

Pocos diamantes atesoran tanta historia como las piedras preciosas engastadas en el célebre collar de Napoleón.

Brilianto rinde homenaje a la belleza de piezas históricas como la que adornó el cuello de María Luisa de Austria. Y, al mismo tiempo, celebra el diamante con alma, con un origen y un significado únicos. Los diamantes de laboratorio de las colecciones de Brilianto expresan un sentimiento y una historia a través de la conexión emocional con la persona que va a lucir la gema.

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